Su incontrolable afición por los viajecitos interplanetarios lo tenía sumido en una estado permanente de locura. Primero nos quiso convencer que había viajado desde Marte a Saturno pasando por Venus. Luego nos explicó que su nave espacial se había quedado obsoleta y necesitaba nuevos propulsores. Y si esto no fuera poco, un día nos llegó a decir que había recibido un mensaje desde otra galaxia, pronto partiría nuevamente en una misión casi imposible.
Mis padres habían perdido toda esperanza con él, pero yo veía en su locura esa candidez infantil que tuvo hasta que aquel accidente lo sumiera en un mundo del que nunca más salió.